Pingüinos 06


15 de enero de 2006

« sin comentarios»


“la concentración anual de pingüinos reúne a millares
de auténticos moteros en tierras castellanas.

Sin duda, somos una especie,

que bien por instinto,

por deseo de libertad,
por aventura
o por lo que cada uno puede llevar en el corazón,



necesita hacer esta demostración para cumplir un ciclo vital



junto a sus iguales”






Folleto del Club Turismoto



25 Aniversario Pingüinos 1982-2006
.

El viajero hace días que ha comenzado el viaje, para él empezó cuando lo ideó, cuando lo pensó, cuando lo comentó, cuando lo soñó, y el día del viaje por fin ha llegado. La mañana ha comenzando demasiado lenta, quizás la noche ha sido muy larga, la intranquilidad del principiante no le ha permitido dormir tranquilo. El viajero se levanta soñoliento, con la urgencia que le invade por la aventura que le espera. El viajero se asea y comienza a disfrazarse de motorista, lo primero que se calza es una ropa interior que le protegerá del dios Eolo, encima otra capa con esos pantalones con rodilleras y con glebas como si fuera un “gladiador” que va ha salir a la arena. A partir de ahora el viajero pasa a ser un jinete que cabalgará en su montura camino de su libertad, de su eterna búsqueda de sensaciones, de su sueño, mil veces soñado, mil veces compartido. El viajero comienza a transformarse en un motero. El viajero, bueno, el “gladiador”, el jinete, el caballero, en fin, el motero, ha bajado a ver su montura, su eterna compañera, su preciado tesoro, su maquina ideal. El viajero, el motero, ha mirado los niveles, ha comprobado la eficacia de la tecnología, ha limpiado su cabalgadura y después ha alimentado su espíritu y ha repasado sin prisa todo el itinerario, todo el recorrido, de la salida al fin, del fin al principio. Sale el viajero de su casa, mas bien el que sale es el motero, y va al encuentro de sus iguales, comienza su búsqueda, empieza el viaje, comienza la aventura.




Los viajes, reales o imaginarios, le crean al viajero, al motero, unos estímulos constantes, pues son sensaciones recorridas por miles de personas de toda edad y condición, unos espacios míticos, a veces religiosos, otras veces espirituales e incluso esotéricos, pero siempre, en su alma, prevalece un tiempo lleno de aventura donde al abrir la maleta mágica que siempre le acompaña se dejan oír miles de músicas y los más diminutos recuerdos en unos lugares donde el olor a gasolina y aceite crean el entorno ideal para renacer de sus cenizas. El viajero, el motorero, siente que sin pasión la vida no tiene sentido y que con ella la visión de la propia existencia cambia por completo y adquiere un significado mucho más intenso, mucho más agradable, incluso un poco salvaje, un poco prehistórico pero sobre todo eterno. El viajero y sus iguales, los moteros, van surcando los paisajes y van subiendo, poco a poco, los peldaños de esa escalera de los Zeppelín, si, esa escalera al cielo, ese espacio en el que harán equilibrios para que la libertad sea la meta hacia donde se encaminen. Bellos espacios que cruzan sin querer, templos de la naturaleza que les salen al encuentro, pues, ¿qué es más bello que una flor en el rocío de la mañana?, ¿qué más bello que una brizna de hierba en el amanecer?, ¿qué más bello que una palabra?, ¿qué más bello que la amistad? ¿qué más bello que el rugir de un motor?, ¿qué más bello que una sonrisa en la mañana?... . El paisaje agradable y relajado que les acompaña les invita ha dejarse llevar, a desvanecerse sobre la moto y a disfrutar del cambio que se produce en el horizonte, el frío les atenaza los músculos, continúan el camino, van en busca de un destino ideal, van en busca del paraíso de aquellos que cruzan el espacio y el tiempo sobre dos ruedas.


En este trayecto el viajero, el motero, va ha ver cambiar los espacios, ahora las experiencias y los sentimientos se agolpan, con el paso de los kilómetros dejará de sentir el frescor de la mañana y comenzará a sufrir el tímido sol del ángelus. Han cambiado los colores, los aromas, las nubes, los reflejos, el frío, el viajero, el motero, ha llegado cruzando los páramos castellanos a su destino, a su concentración anual. El viajero y sus semejantes se acercan a la Puerta de la Gloria de los moteros, el viajero ha llegado a Los Pingüinos en este frío mes de Enero.



En el pinar, entre las fogatas encendidas, al lado del ensordecedor ruido, el viajero, el motero, encuentra su nirvana particular, cada uno de sus semejantes lo siente a su manera, en su interior se sienten reconfortados por el viaje, por haber alcanzado su destino y también por haber culminado parte de su sueño, hacer el camino. El viajero, el motero, se ha encaminado hacia el fin de su destino, una fuerza le lleva a su culminación, desconoce si existen los milagros, si existe una energía poderosa, un algo que le aproxime a una verdad que no busca pero desea, el viajero, el motero, desconoce si Dios existe, pero sabe una cosa que si su Dios llega lo hará montado en una moto. El viajero ha llegado sin hacer mucho ruido, y de la misma manera abandona la catedral de los moteros, el pinar en medio del páramo vallisoletano.

El viajero ha cumplido con uno de sus deseos y se abandona de nuevo al viaje, al regreso. Llenará el espíritu con los platos de tostón y de boletus, de gambas a la plancha y de tocinitos de cielo. El viajero compartirá mesa y mantel y disfrutará de la conversación, de las historias de la Historia, de las ocurrencias graciosas, de las hojas de los árboles y de los gorriones de la plaza, también del arte Mudéjar y de los ocres de las fachadas a la puesta de sol.




El viajero recorrerá los 444 kilómetros y regresará mientras se enciende el firmamento y la noche cae sobre un horizonte donde se agolpan los recuerdos. Las carreteras se iluminan al paso del viajero y de sus compañeros de escapada, los moteros, el frío comienza ha hacer mella en sus cuerpos, pero su ánimo continúa siendo libre como el águila que cruza el firmamento.




El viajero regresará con sus amigos, los moteros, y llegará a su casa y volverá a soñar con otros Pingüinos y con miles de motos montadas por miles de felices moteros, de nuevos y viejos pingüineros.






Las Matas 14-01-06


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