4ª reunión Motera de Los Cabaleiros do ferro


24 de septiembre de 2007

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Orgullo Gay


1 de julio de 2007

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El Indio, el Bombero y el Militar

La Rubia y el Poli


Sombrero de Camuflaja y Camisa en tonos Tierra


El Arbañil


El Indio y su Corazón


Un Cawboy




El Indio




Corazones y Camuflajes




Símbolos




Two Polis






Two Polis






Poli e Indio




Un Cartero, un Poli y una Pajarita rosa

El Bombero, una pajarita rosa y el Poli



De pie: el Cawboy, el militar, el Bombero, El poli, el Indio, Otro militar, otro poli, el Arbañil y las Chicas
Agachados: Pocahontas un Cawboy con zapatillas, la pajarita rosa, el Cartero y la Rubia



4ª Ruta de los Cabaleiros do Ferro


3 de junio de 2007

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4º Viaje de Los Cabaleiros do Ferro

... Cuida de ti misma ante todo y sobre todo.

Pues tú eres yo y yo soy tú,

y cuando cuidas de ti,

cuidas de mí.

Juntos, nos cuidamos el uno al otro. ...


“Dios vuelve en una Harley”

Joan Brady


Los Cabaleiros del 4º viaje fueron:

Rufo, Mario, Juan Carlos, José Tendero, Toni,

,José “Tronko”, Miguel, Juanma Cuesta, Alberto, Ricardo,

Jesús, Andrés, José “14”, “Kutu”,Héctor,

Adolfo,.Jorge, Santiago, Paco, Mauri,

Jesús “poli Majad”,Víctor, Josman, Nacho, Javi Crespo,

César, Rafa, Juan Antonio y Pepe



3 de Junio (Las Rozas-Marbella)

A las seis de la mañana me despierto, no he dormido bien, la cabeza está pensando constantemente en el mismo tema, la cuarta salida de los Cabaleiros do Ferro, este año por tres de las Serranías de al Andalus, la de Ronda, la Gaditana y la Granaína.
La moto, está lista, limpia, brillante, como nueva, el motor a punto, el sonido justo. Creo que he metido lo necesario en el petate corporativo, aunque algo se me olvida, cuando lo necesite, me acordaré y luego no tendrá remedio.
Un rayo de luz se cuela entre los pliegues de los visillos rompiendo la oscuridad de la habitación, me acerco a la ventana los rojos y anaranjados lo inundan todo, un gran sol amarillo se despereza en el horizonte sobre las encinas del Monte del Pardo.

A la ducha, a los besos, a la moto.
El motor ruge, se despierta entre los susurros y las palabras de despedida, es domingo, las calles están tranquilas, desiertas, solos yo y la ardilla que juguetea indiferente en los cables de la luz que cruzan de lado a lado.
He salido con el contador a cero, me esperan dos mil quinientos kilómetros de rectas, de curvas, de pendientes, de desniveles, de asfalto, de carreteras y autovías, de gasolineras, de risas, de confusiones, de compañerismo, de amistad y de alguna cerveza fría en cualquier rincón de esta ruta por las zonas más agrestes de Andalucía.
Uno tras otro vamos llegando a la plaza, colocamos los motores muy juntitos para salir en la foto, las mejores galas, las mejores intenciones, no estamos todos, los alcanzaremos por el camino.
Una foto, luego otra, nos largamos, son las nueve y el camino nos espera.

Los banderines salen volando, también los jamones, al coger la Carretera de Andalucía se nos unen los primeros, primera parada de repostaje, un descansito, estiramos las piernas, un pinchito tortilla y Coca Cola, no hay que tentar a la suerte.
Segunda parada en “la Perdiz”, sin pena ni gloria se ha pasado La Mancha, con sus rectas infinitas y su paisaje monótono, teñido de pinceladas púrpuras y verdosas entre los campos amarillentos, en la lejanía, a la derecha, no se ven los gigantes blancos de Don Quijote sino los conos de los volcanes dormidos de Calatrava que campean esperando que Almodóvar los retrate junto a sus chicas.
De aquí hasta el último de los encuentros, cruzamos Despeñaperros y sus curvitas, las vaguadas de Jaén y sus olivos que ascienden las montañas buscando las nubes algodonosas y los cielos azules.
Pasamos entre otros por el túnel de Zarzalejo y sin querer recordamos las mañanas de los domingos, la Cruz Verde, los paisajes mil veces trillados de Galapagar y su puerto, de la bajada a Valmayor, de las subidas y bajadas entre los fresnos y del Monasterio omnipresente entre los robles, los chopos, el caserío de San Lorenzo y los pinos de Abantos que repuntan de nuevo.
Pero esta es otra historia, ahora nos espera la cálida Andalucía, las campiñas, las vegas, las sierras y las serranías.
Sin darnos cuenta vemos los picos de Sierra Nevada, salpicados de manchas blancas entre la negrura y las sombras de la umbría.
Pasamos pueblos cargados de historia, Santa Fe y sus capitulaciones colombinas, Fuente Vaqueros lleno de poesía y reivindicaciones lorquianas y como no, Riofrío y su puentecito califal, apuntado, con lomo de asno y en ladrillo a la manera mudéjar.
Dejamos las motos a la sombra de los eucaliptos, al lado de la piscifactoría. Coincidiendo con el fin de la mañana, el reencuentro de los últimos y entre risas autógrafos y cansancios nos disponemos a hincarle el diente a las viandas, más bien pobres de este pueblo del que nos despedimos con más gloria que pena camino de Marbella.


Bañito en la piscina, duchita, ropa limpia y a la zona vieja de Marbella a por un suculento solomillo y unas frescas cañitas.
Cruzamos muy despacito la ciudad que se encuentra soñolienta y dormida, cansada como nosotros en estos últimos días de la primavera.


4 de Junio ( Marbella-Ronda-Marbella)

Salimos entre la frescura de los campos de golf recién regados y las palmeras del paseo, nos acompañan los aromas del primer café de la mañana y la belleza sensual de las flores de la entrada.
Los “giris” nos saludan desde el hoyo 7.
Dejamos a nuestras espaldas Marbella y ascendemos hacia Monda, las curvas son vertiginosas, el asfalto inmejorable, aceleramos, los motores se desperezan, llegamos y llenamos el pueblo de motos. A por un montadito de lomo y una cervecita fresca, al fondo el castillo o “hişn andalusí” que se alza sobre la alquería rodeado de vencejos.
Nos alejamos del Bar del Sur continuando entre curvas y sembrados camino de la Sierra de las Nieves.
Las yeguas y los potrillos nos ven pasar. Trinchamos uno de los jamones. Rompemos una silla, ya somos del 1%.
Tomamos camino de Ronda como si fuéramos bandoleros en dos ruedas, se suceden los paisajes, los colores y las formas de la montaña con sus cuevas calcáreas horadadas por el agua y el paso del tiempo.
El desfiladero da paso a un valle presidido por las ruinas de una casa de “peones camineros”, paramos, risas, fotos y mixadas.
Resulta curioso comprobar la que montamos en las estrechas calles de Ronda, los niños saliendo del colegio se escondían detrás de sus madres, otros saludaban y el resto nos miraban temerosos sin decir nada, nos reciben, la centenaria Plaza de Toros, el Parador y el Tajo.
Hay algo en el aire, entre los rayos de sol que se cuelan bajo el toldo, se respira el embrujo de la Serranía, los dejo sentados en el callejón y me acerco a ver la ver la Plaza de los Ordóñez sembrada de turistas.
Nos largamos por la Ronda Vieja camino de Benalauría, las motos serpentean vertiginosas en la bajada.
Los racimos de flores amarillas de los castaños contrastan con el verdor de las estilizadas hojas que se iluminan con la pobre luz de la umbría, son los castaños más meridionales de la península.
Comemos en un antiguo molino, allí donde estaban las muelas, donde el borrico daba vueltas para moler las aceitunas.
La vista sobre el valle del Genal es preciosa, la comida abundante y exquisita, dejamos atrás esta parada y nos llevamos la visión de los quejigos y alcornoques de la solana, de los chopos y los sauces de la ribera y de los naranjos y los olivos de los bancales.
Los motores rugen camino de Marbella, cruzamos arroyos y riachuelos, subidas y bajadas, curvas y más curvas, pinos y frondosas, retamas y escobas, por fin el mar y sus casitas blancas.

El azul cambiante de la piscina anuncia las ultimas luces de la tarde.
De nuevo los chalecos, las cazadoras y el olor a gasolina, nos vamos a cenar a una jaima en la playa.
Acogedor chiringuito, el leve susurro de las olas se apaga con la música rutera, cena abundante y correcta, regresamos a nuestros aposentos, hoy como despedida y cierre, gran estruendo en la noche marbellí, hacemos una parada en Puerto Banus.
Parecemos marcianos entre las rubias quemadas y los pelirrojos orondos con camisetas de fútbol, la música un desastre.
A dormir.








5 de Junio (Marbella-Puerto de Santa María)

La mañana se despereza llena de neblina y despedidas, en las noticias se comenta que es un día con Levante, tomamos dirección suroeste camino de Gibraltar, de Tarifa, de Conil y del Puerto, ...
El tramo desde Marbella a Gibraltar es más cañero de lo que a simple vista parece, muchas curvas, rotondas y circulación.
El día se hace internacional, llegamos al Peñón, “Gibraltar español”, la cantinela delante de los bobis es atrevida, “ya te esperaré yo cuando vayas a Majadahonda” y es que la placa no sirve, “pero es lo que más a mano tenía”, “con los guantes se saca muy mal el DNI que me pedía la tía”.

La visita es rápida, gasolina, entrada y salida, dejamos “la roca” y su “unión jack” tan repetida, nos espera el levante de Tarifa.
Vamos dejando atrás los molinos de viento y su energia tan ecológica, fuertes brisas nos desestabilizan, llegamos al “Chozo”, se nos ilumina la vista, las mahous y el bien me sabe reconfortan nuestro espíritu ante nosotros el mar, suenan los Doors, apetece un cigarrito de la risa, pero hay bañito y entrevista.


A Bolonia, a repostar a los pies de Vejer, a Conil, con sus alegres vistas, sus tortillas de camarones y su Barbadillo fresquito, su arroz caldoso, la conversación, el purito y las playas infinitas.
No apetece mucho pero la ruta continua, llegamos al hotel, un descansito, la cabeza lo necesita. Desde el jacussi de la azotea junto al encendido sol de la tarde, los tejados y las calles rectas de este Puerto de Santa Maria cuna de Rafael Alberti, recuerdo una de sus poesías.

LA PALOMA
Se equivocó la paloma,

se equivocaba.

Por ir al norte fue al sur,

creyó que el trigo era el agua.

Creyó que el mar era el cielo

que la noche la mañana.

Que las estrellas rocío,

que la calor la nevada.

Que tu falda era tu blusa,

que tu corazón su casa.

(Ella se durmió en la orilla,

tú en la cumbre de una rama.)


Reunión en el patio, poco a poco, sin prisas, nos acercamos todos pendientes de las noticias.
Tomamos una cervecita fría, aunque el lugar y el ambiente nos lleva hacia una imagen omnipresente que poco a poco se está convirtiendo en un símbolo que nos acerca, nos une y con el que nos sentimos identificados, el Toro de Osborne.

Salimos a la tarde que agoniza camino de una cena mal planteada, dejamos atrás la dulzura de la manzanilla y el agrio de la cerveza mientras caminamos por las calles rectas que buscan despacito la bahía, las playas, el bullicio y esa alegría que sin darnos cuenta se ha borrado camino de Algeciras.
Algo ha dejado que desear, el sitio, el trato y las viandas, corramos un tupido velo sin echar vinagre a la herida.
Nos invitan a un nuevo local donde las Harleys son las estrellas, el ambiente perfecto, las gentes abiertas, la música ideal, se nos olvidan los sufrimientos del viaje, pero el cansancio hace mella.
Después de que los municipales nos den la basa por la música retirada general.




6 de Junio (el Puerto de Sta. María –Grazalema-el Puerto)

Un reconfortante desayuno nos saca del sopor de la noche. La jornada se presenta cargada de posibilidades, algunas bajas.
Entre los girasoles amarillos, las casitas blancas, los trigos recién segados y las rojas amapolas en la vera de los campos, caminamos en dirección a la Sierra Gaditana, allí donde la pluviometría es la más elevada de la península, allí donde los pinsapos crecen sin fatiga, allí donde los pueblos blancos nos alegraran la vista, allí donde los desnudos alcornoques se retuercen sin prisas, allí donde todo es verde, donde la naturaleza nos regala aromas, colores y texturas para que nuestras retinas se queden cautivadas ante semejante maravilla.
A la derecha el Circuito de Jerez, en unos minutos damos vista a Arcos de la Frontera, encaramado en las peñas con sus calles empinadas, su “balcón del coño” y su iglesia semi Plateresca.
El café del Parador nos sabe a gloria, se fragua “la conspiración de Arcos”, pero tan rápido como se teje se desteje.
Abandonamos las calles empinadas, los adoquines que resbalan y el blanco color de las casas encaladas.
En la carretera hacia Grazalema perdemos otra bandera, de nuevo curvas y subidas, subidas y curvas, peraltes y estrecheces, carretera descarnada llena de sinuosos encantos, de maravillosas vistas de fragmentos de paisajes que se quedan en el haber de la mañana calurosa.
A nuestros pies, el pueblo de Grazalema, encima de nosotros los buitres planean en círculos, las alas abiertas van tomando las corrientes de aire cálidas y poco a poco ascienden hasta ser un punto negro en el azul del cielo.
De Grazalema a Ubrique la carretera se angosta, “de aquí a trece kilómetros queda la casa del medio torero eze”, a Jesulín que le vean otros, nosotros aparcamos en medio del pueblo, tomamos una de las terrazas e inundamos el paladar con la frescura de una cerveza y las viandas típicas de la tierra, se acaba el almuerzo y comienza la tarde.
Tomamos dirección sur, el bosque de los alcornocales nos recibe entre curvas y sombras, en la penumbra los helechos son iluminados por los tenues rayos del sol vespertino, paramos en la Venta de Galiz, en veinte kilómetros a la redonda todo son helechos, alcornoques, carrascas y escobones también, ciervos, linces, caballos y toros bravos.

De Alcalá de los Gazules a Medina –Sidonia, a Jerez y al Puerto.
Sin solución de continuidad unos a Chipiona a Costa Ballena y los otros por el puente Carranza cuando el sol se escondía en el horizonte a la Tacita de Plata, a sus calles estrechitas, al bullicio de sus tascas, a su olor a caracoles, a su blanca catedral llenas de sinuosas líneas, donde la recta desaparece confundida entre las barrocas curvas.
Espectacular cena. Las luces de las motos iluminan el asfalto, entre las sombras nos alcanza el frescor de la noche. Qué gran día.

7 de Junio (Rota-Granada)

De nuevo otro cambio, dejamos las habitaciones del Hotel Bodega Real y trasladamos los petates al coche, le damos un repasito a las motos y nos encaminamos a la salida.
El abundante desayuno nos reconforta al comenzar la jornada, hoy nos acercaremos a dos símbolos, a los que consideraremos como tales y dependiendo de las convicciones que cada uno tenemos apreciaremos en mayor o menor medida y no por eso dejaremos de darnos cuenta de que visitaremos algo que jamás volveremos a visitar, pues la conjunción de factores favorables, hoy nos es propicia, pues vamos a entrar sin querer en la Base Naval de Rota y en el portaviones Príncipe de Asturias.
Repostaje general, a la Base. Control de entrada, para dentro, a ver los cacharros del Ejercito, helicópteros, aviones, e incluso los famosos Harriers de despegue vertical, nos informan de muchas cosas, todo versa sobre los ataques y las defensas, sobre las contraofensivas, sobre las capacidades de no ser detectados, de cómo localizar lo invisible o lo muy profundo, de cómo se mete un helicóptero grande en una fragata pequeña, de hundir submarinos y de otras muchas cosas de la defensa de las costas y del interior, pero lo que vimos y lo que nos recordó fueron los días de mili, el escaqueo, los trajes verdes, las insignias y las jerarquías de mando, por cierto en España tenemos nueve submarinos, pero alguno está parado por falta de presupuesto.
Nos sacan un Harrier del hangar y colocamos las motos en la pista para dejar inmortalizado el momento.

Sin solución de continuidad atravesamos la Base y buscamos el mar, de repente apareció el portaviones con los barcos de escolta, dejaos las motos al lado, parecían insignificantes, para adentro.
Nos subieron a todos en una gran plataforma, ahora al cine, peliculita propagandística de las excelencias del barco, de su fabricación, de su antigüedad, de la gente que lo sirve, de las cosas que lleva, del tiempo que pude permanecer sin atracar en puerto y de otras muchas cosas que daban un poco de sueño.
Después de un tramo de subida nos dejaron en la pista de despegue y en las cabinas de mando, la del barco y la torre de control de los aviones.

Recorrimos el barco a nuestra bola, nos dieron una cerveza en el bar de suboficiales, lo malo es que fue a palo seco.
Fuimos saliendo poquito a poco, las sensaciones del momento eran positivas y agradables.
Dimos una vueltita por el sector americano, aquí vimos poco, siempre habíamos pensado en algo más espectacular, pero resulto ser un poco sobrio, eso si, los “yanquis” saludaban efusivamente, el ruido de las motos los transportaba a su yanquilandia querida mientras levantaban el pulgar con el puño cerrado.
Dimos cuenta del segundo jamón y entre cervezas y animadas conversaciones ofrecimos unos presentes a los cicerones y con un montón de parches de recuerdo salimos más tarde de lo previsto camino de Granada.

Lo sinuoso del terreno, las dificultades en los adelantamientos y las retenciones y confusiones por las obras nos hizo llegar en pequeños grupos al centro de Granada.
Con habitación pero sin petates y con la tranquilidad del viaje realizado, sólo nos quedaba una alternativa, invadir el bar de la esquina y dejarlo sin alambras, llegó el ultimo.
Salimos a cenar en un ambiente de Corpus Cristi, era un jueves de fiesta, pero el cansancio hacia mella en los cuerpos fatigados, a la camita.

8 de Junio (Granada - la Calahorra - Granada)

Ultimo día de ruta antes de volver a casa. El día se presenta radiante, el sol luce con fuerza, pero a la orilla del Darro el frescor reina.
Dejamos las Alpujarras para otra ocasión y tomamos camino de Quéntar y su pantano de aguas turquesas.

Entre curvas, subidas y bajadas se nos hizo hora de aperitivear y la casualidad nos estaba buscando y nos encontró una terracita al lado de la carretera.
El calor de la mañana se disipó en las sombras del techado, las flores inmaduras de la parra caían sobre las mesas, las espectaculares aceitunas y el choricito caliente llenan de ánimo nuestro espíritu y nos invitan a continuar camino de Guadix y de sus casas trogloditas, pero ese no era el final de la escapada, nos dirigíamos hacia un pueblecito llamado La Calahorra.
Los kilómetros se sucedían despacito en este seco paisaje, la barrera montañosa de Sierra Nevada hace de pantalla y los frentes de lluvia descargan en la otra cara de la sierra no permitiendo en esta zona grandes despliegues de la naturaleza.
El castillo, rojo como el atardecer nos recibe encaramado a un redondo cerro, dominando el pueblecito con su presencia.
Bajo la parra y después de comprobar que el lugar era el de las indicaciones del conserje del hotel, colocamos las mesas y nos disponemos a comer más o menos lo indicado. Todo en su punto, aunque un poco picante, lo mejor las risas.
Regresamos a los dominios de la Alhambra, mientras que unos encuentran las vistas más bellas de la ciudad de Boabdil, otros nos acercamos al Realejo y a sus callecitas sinuosas, a sus plazas tranquilas llenas de terrazas. El ruido de las motos rompe momentáneamente el silencio, pero no el embrujo que se nos acompaña por cualquier lugar que nos movemos.

La noche cae y decidimos probar las raciones más animosas de la ciudad, llenamos los bares por donde pasamos, nos dividimos y nos volvemos a reunir entre el bullicio de una ciudad en fiestas.
Sin querer se nos hace más tarde de lo debido, a descansar, como todos los días, hoy también ha sido intenso y largo.

9 de Junio (Granada – Villacañas –Las Rozas)
El amanecer se nos presenta plomizo y sombrío. La dualidad invade nuestros pensamientos, por un lado la libertad y la satisfacción de hacer lo que nos gusta, por otro el recuerdo y el bienestar de lo cotidiano de lo querido, de lo amado.
Colocamos las motos a las puertas del hotel el Carmen, algunos se detienen a mirar, otros cambian de acera camino del Corte Inglés.

Sin apenas darnos cuenta y con un puntito de pena dejamos atrás Granada camino de Despeñaperros y su casa Pepe con reminiscencias un poco anticuadas. Paradita y descanso.
Llegamos a Villacañas del tirón.
El día a medida que ascendemos en el mapa se va tornando más y más gris, las motos ronronean como gatos adormilados, a todos nos invade un ligero sopor fruto del cansancio acumulado a lo largo de los días.
Es un buen momento en la soledad de la moto para realizar balance de lo vivido, de lo sentido, delo disfrutado, de lo perdido, de lo que no pasó, de lo que pudo pasar y no sucedió.
Voy dejando atrás los olivos, las rocas que afloran en los collados como escamas de un gran dragón.
Vuelvo a observar los mismos campos, pero la visión no es la misma, cambia la luz, la orientación y sobre todo lo que más cambia es el ánimo, la certeza de que el viaje finaliza.
Villacañas nos recibe nublada y fresquita, aparcamos las motos en un corral encalado con detalles de añil y arcos ciegos. Entramos con otro ánimo y nos sentamos a dar cuenta de una sabrosa comida.

El regreso continúa siendo cansino, los kilómetros continúan pasando sin prisa. Cae una ligera lluvia que acentúa la nostalgia del regreso.
Todo sigue igual, pero hay algo que ha cambiado, pues el espejo sólo refleja nuestro cuerpo pero no refleja nuestros pensamientos, nuestros sentimientos, nuestras experiencias y todos los valores que llevamos impresos en el interior de nuestra alma, de nuestro yo más intimo y que sólo afloran al encontrarse con otras almas gemelas que disfrutan y desean sentir el viento en la cara, la inclinación en las curvas, el olor a gasolina y la amistad infinita.


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