El 5º Viaje Cabaleiro salió de Las Rozas el 08/06/2008 y regresó después de recorrer 2.436 kilómetros al punto de partida el 14/06/2008.
Esta es una de las muchas historias que se pueden contar de este viaje, la historia de una Shadow en la quinta salida de
los Cabaleiros do Ferro.
En Tabernas, desierto, sol y spaguetti wester, recordamos a Clint Easwood en su pelicula el Bueno, el Feo y el Malo, que cada uno se adjetive a su antojo. 
En el Cabo de las "Ágatas" que con el paso del tiempo se le denomina Cabo de Gata.
En La Manga, jamoncito y vacile con las feminas, no decimos su edad para no dar envidia. 
En Alcoy, un poco de frio en La Carrasqueta, más curvas que en la entrada al Puerto de Mazarrón.
En Guadalest, un Castillo entre las rocas, las "alambras" nos supieron riquísimas mientras examinábamos los museos de miniaturas.
En el museo de la moto, una delicia para los amantes de la historia de las dos ruedas, clásicas que se enganchan en la memoria y devuelven recuerdos y vivencias inolvidables.
En Gandía, las camaras del Chiringuito se quedaron sin mahous.
En Valencia, en la Ciudad de las Artes.
En El Palmar, anguilas y arroz abanda, delicioso.
En Benicasim, en el Voramar, al lado de la preciosa mansión modernista que costó tres mil duros de la época, la playa encantadora, un bañito al atardecer.
En Teruel, un alto en el camino, castillo, carretera y motos entre las rojas amapolas
.
En la Plaza de Albarracín, junto al precioso caserío y el tortuoso empedrado, sin darnos cuenta miramos al cielo para ver sus torres y sus murallas.
En Cuenca, la blanca Catedral inacabada contrasta con la negrura de la noche y con la "sombra".
En Sacedón, inesperada concentración, chalecos parches y pins.
En Vinuesa el último llantar y como colofón y con un poquito de Blues nos comimos un asado de lechón, con sandia de whiskey y puritos Davidoff.
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En estos 2436 kilómetros de viaje si algo ha estado presente en casi todos los paisajes rompiendo la bendita rutina de rectas y más rectas, de curvas más curvas han sido las rojas amapolas.
En nuesto lento y tortuoso caminar por esas interminables e inigualables carreteras de Dios, las hemos ido viendo, entre los trigos de Iznalloz, entre los plásticos de Gata, al lado del "Algarrobico" de Carboneras, junto a los charcos de la carretera del Puerto de Mazarrón, en las cunetas de la Unión, en la mixada de Orihuela Playa, entre los almendros de Xixona, a la entrada de Gata de Gorges, a la salida del Perelló junto a los campos de arroz, en la Estación de Sagunto cuando nos fotografiaron con el ordenador, junto a las higueras de Torrechiva, entre Rubielos de Mora y Mora de Rubielos, en Gea de Albarracín, al lado de las sabinas del nacimiento del Tajo, entre las frondosas de Uña bajo la atenta mirada de los buitres, junto al pino y al paisano de Cañaveras, a la salida de Sacedón, a la entrada de Usanos, en el cambio de sentido de Torrelaguna y llegando, junto al antiguo cuartel de Las Rozas.
En su levedad las amapolas nos han acompañado mientras ibamos conquistando el horizonte y sin darnos cuenta ibamos cambiando, pues toda aventura es un camino iniciático que nos acerca y nos permite sacar lo mejor de nosotros mismos y es que como decia Píndaro, "cuando Dios esparce sus luminosos rayos, la brillante luz está en el hombre y la vida es tan dulce como la miel".
Jorge
En el Cabo de las "Ágatas" que con el paso del tiempo se le denomina Cabo de Gata.
En La Manga, jamoncito y vacile con las feminas, no decimos su edad para no dar envidia. 
En Alcoy, un poco de frio en La Carrasqueta, más curvas que en la entrada al Puerto de Mazarrón.
En Guadalest, un Castillo entre las rocas, las "alambras" nos supieron riquísimas mientras examinábamos los museos de miniaturas.
En el museo de la moto, una delicia para los amantes de la historia de las dos ruedas, clásicas que se enganchan en la memoria y devuelven recuerdos y vivencias inolvidables.
En Gandía, las camaras del Chiringuito se quedaron sin mahous.
En Valencia, en la Ciudad de las Artes.
En El Palmar, anguilas y arroz abanda, delicioso.
En Benicasim, en el Voramar, al lado de la preciosa mansión modernista que costó tres mil duros de la época, la playa encantadora, un bañito al atardecer.
En Teruel, un alto en el camino, castillo, carretera y motos entre las rojas amapolas
.En la Plaza de Albarracín, junto al precioso caserío y el tortuoso empedrado, sin darnos cuenta miramos al cielo para ver sus torres y sus murallas.
En Cuenca, la blanca Catedral inacabada contrasta con la negrura de la noche y con la "sombra".
En Sacedón, inesperada concentración, chalecos parches y pins.
En Vinuesa el último llantar y como colofón y con un poquito de Blues nos comimos un asado de lechón, con sandia de whiskey y puritos Davidoff.
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En estos 2436 kilómetros de viaje si algo ha estado presente en casi todos los paisajes rompiendo la bendita rutina de rectas y más rectas, de curvas más curvas han sido las rojas amapolas.
En nuesto lento y tortuoso caminar por esas interminables e inigualables carreteras de Dios, las hemos ido viendo, entre los trigos de Iznalloz, entre los plásticos de Gata, al lado del "Algarrobico" de Carboneras, junto a los charcos de la carretera del Puerto de Mazarrón, en las cunetas de la Unión, en la mixada de Orihuela Playa, entre los almendros de Xixona, a la entrada de Gata de Gorges, a la salida del Perelló junto a los campos de arroz, en la Estación de Sagunto cuando nos fotografiaron con el ordenador, junto a las higueras de Torrechiva, entre Rubielos de Mora y Mora de Rubielos, en Gea de Albarracín, al lado de las sabinas del nacimiento del Tajo, entre las frondosas de Uña bajo la atenta mirada de los buitres, junto al pino y al paisano de Cañaveras, a la salida de Sacedón, a la entrada de Usanos, en el cambio de sentido de Torrelaguna y llegando, junto al antiguo cuartel de Las Rozas.
En su levedad las amapolas nos han acompañado mientras ibamos conquistando el horizonte y sin darnos cuenta ibamos cambiando, pues toda aventura es un camino iniciático que nos acerca y nos permite sacar lo mejor de nosotros mismos y es que como decia Píndaro, "cuando Dios esparce sus luminosos rayos, la brillante luz está en el hombre y la vida es tan dulce como la miel".
Jorge
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